Empresas e instituciones adquieren software y subcontratan servicios de consultoría. No se trata de compras compulsivas, sino razonadas, que exigen sopesar muchos aspectos de muy diversa índole como, por ejemplo, la calidad, la escalabilidad, el retorno de la inversión, la rentabilidad, las licencias, los roadmaps de los distintos proveedores, etc.
Sucede frecuentemente que los responsables de tomar la decisión final carecen de la especialización necesaria –tampoco tienen por qué tenerla– y están a expensas de:
• la acción del personal comercial de los distintos proveedores
• de los congresos, presentaciones y algunas publicaciones especializadas
• estudios realizados por diversos proveedores de soluciones, etc.
Generalmente, se tratan de fuentes de información parcial, no independiente. De hecho, muchas empresas consultoras tienen contratos de larga duración con determinados proveedores de productos de software, por lo que no siempre actúan en provecho de su cliente último, es decir, que en su trabajo desarrollan una faceta de prolongación de la acción comercial de ciertos distribuidores.
El problema se extiende a la evaluación de soluciones antes de su paso a producción. ¿Es lo suficientemente buena? ¿Se han realizado las pruebas necesarias? ¿Qué habría que hacer para detectar posibles problemas antes de su implantación definitiva?